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fies
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La
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Un ritual para vivir, al menos,
una vez en la vida
Los palentinos, amantes de sus raíces y costumbres han velado a lo largo de los siglos por mantener la esencia de una celebración tan singular como es la Romería de Santo Toribio.
Las expresiones artísticas y la transmisión oral de la leyenda han ido evolucionando con el paso de los siglos, acotando poco a poco la leyenda en torno a la celebración. Un ritual que tienes que vivir y disfrutar, al menos, una vez en la vida.
Una fiesta…
de leyenda
El germen de esta celebración es, como en muchas otras, una leyenda. Y, aunque no se sabe a ciencia cierta que Toribio fue el castigado a pedradas por luchar contra el priscilianismo en la ciudad, sí sabemos que la ubicación donde se sucedieron los acontecimientos fue el cerro del Otero y que, como castigo divino, Palencia sufrió un desbordamiento de su río, el Carrión.
De agravios, piedras y milagros; pero también del trabajo de la ciudad a lo largo de estos siglos, la Romería de Santo Toribio se ha convertido en una fiesta única en España, que congrega cada año a los pies del Cristo del Otero alrededor de ocho mil personas.
Esta romería se celebra el domingo más cercano al 16 de abril, que es el día de la festividad de Santo Toribio de Astorga.
Una fiesta…
religiosa y profana
La devoción al santo de los palentinos y la continuidad del «voto de villa» han sido pilares de esta cita. Una fiesta que nació para honrar al santo y pedirle que alejase calamidades, trajese lluvia y protegiera a la ciudad.
A comienzos del siglo XVIII, entre 1708 y 1715, la rogativa de Santo Toribio, pasa momentos delicados por desavenencias entre el Concejo y el Cabildo y, tras varias reuniones, se llega al acuerdo de que los gastos profanos, entre los que destaca el ocasionado por el reparto de pan y queso a romeros y pobres, correrán a cargo del Municipio y los divinos, en lo que tocare al culto y dentro de la ermita, por cuenta del Cabildo.
Tras la protesta de los vecinos del Cristo del Otero en mayo de 1976 por la situación del abandono en que se encuentra el barrio, el Cabildo Catedral, toma la decisión de dar un nuevo rumbo a la rogativa y la procesión que desde entonces comenzará en la parroquia de San Ignacio y Santa Inés, y designará un representante del Cabildo para oficiar la misa, manteniéndose en la actualidad.
Una fiesta…
de cambios sociales
El siglo XIX es una etapa complicada. En junio de 1856 se produce en Palencia, al igual que en otras ciudades castellanas, el motín del pan. El hambre y la tensión social llevan al asalto y quema de muchos molinos de harina. Una revuelta que acaba con dos mujeres ajusticiadas en garrote vil, y nueve hombres fusilados. Mientras tanto, hambre, enfermedad y paro seguían reinando entre la sociedad.
Tres factores que trajeron nuevos cambios para la fiesta. Lo que hasta entonces era un reparto de pan y queso en mano entre los pobres; se transforma en una auténtica «pedrea» de pan y queso desde el balcón de la ermita. Y es que recuperar la metáfora de la leyenda de Santo Toribio permitía desagraviar a un santo que, por aquel entonces podía repartir poco producto entre mucho pobre y romero apostado a la puerta de la ermita.
Una fiesta…
de espectáculo y diversión
El fin de siglo y, factores como la llegada del ferrocarril, traen la bonanza económica a la ciudad y con ella, nuevos cambios para la fiesta. Lo que hasta entonces era un reparto de pan y queso entre los pobres; se transforma en una auténtica «pedrea» de pan y queso desde el balcón de la ermita. Se recupera así la metáfora de la leyenda de Santo Toribio en todo su esplendor. Aquí nace la fiesta como la conocemos hoy, donde reina la diversión, el bullicio y la espectacularidad.
Una fiesta…
de mirar al cielo
¿Se aguará la fiesta?
Siguiendo la costumbre
que tiene este año
de mandarnos un tiempo
triste y uraño.
Sin que cesen las lluvias
recias y frias
que caen por lo menos
cada tres días,
hoy basta que tengamos
que ir al Otero,
hace un día más propio
del mes de enero.
No son desapropiados estos versos del que fuera director de Diario Palentino, Augusto Villabrille, que escribió en 1895.
Y es que el tiempo inestable, característico de esta época, ha traído siempre de cabeza a los organizadores de la romería. Una cita que, aunque tiene como fecha clave el 16 de abril, no cuenta con un día de celebración fijo en el calendario e históricamente, ha necesitado del consenso de los organizadores civiles y religiosos para sortear su coincidencia con Semana Santa.