La leyenda dice que llegó a Palencia para predicar contra la doctrina que extendió Prisciliano. Decimos extendió porque históricamente es muy probable que ni siquiera ambos personajes coincidieran en el tiempo. Y es que se sabe que Prisciliano fue asesinado hacia el año 365, mientras que Toribio, el que fuese Obispo de Astorga, nació hacia 402.
Y es que es verdad que el obispo de Astorga lucha y escribe contra el priscilianismo, hay cartas al papa en las que esto queda claro, pero es que también hay una serie de cartas en las que un siglo después se insta a un tal Toribio, hombre pío y santo de vida ejemplar, al que se le insta a luchar contra el priscilianismo en Palencia siguiendo las doctrinas del obispo de Astorga.
A pesar de todo, el priscilianismo vivió su mayor auge durante la vida adulta de Toribio; así que se enfrentó a un movimiento que crecía por momentos en una época a en la que estaba por decidir la conformación de la doctrina, liturgias y disciplina que habrían de imponerse en el catolicismo y que llegan incluso a nuestra época.
Fue por ese enfrentamiento, por el que la tradición cuenta que el santo fue lapidado con piedras y que debió buscar refugio en una gruta situada a los pies del cerro del Otero (donde se emplaza ahora la escultura de Cristo del Otero).
Días después, la leyenda cuenta que por castigo divino las aguas del Carrión inundaron las calles de la ciudad. Atemorizados, renegaron de la herejía que predicó la doctrina priscilianista y rogaron al santo para que hiciera descender el caudal.
La pedrea en la actualidad
Esa leyenda ha sido la que ha ido dando forma a lo que es ahora la tradicional ‘Pedrea del pan y el quesillo’. Un ritual que se ha ido transformando a lo largo de los años. Lo que comenzó como un «voto de villa» para honrar al patrón y alejar calamidades; posteriormente se convirtió en una forma de paliar el hambre que asolaba una sociedad en crisis.
De ese maridaje, nace la «pedrea» como la conocemos hoy, donde reina la diversión, el bullicio y la espectacularidad. Una fiesta única en España que tienes que vivir y disfrutar, al menos, una vez en la vida.
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